El amor a menudo salva, pero destruye también. Por amor a veces se hacen cosas absurdas e imprudentes que pueden matar a una persona, pero por amor se pueden realizar hazañas que salvan vidas.
A menudo se dice que si alguien ama, nunca hará daño a sí mismo, a fin de no lastimar a su ser querido, y protegerle del sufrimiento. Pero con la droga es diferente. A veces sucede que una persona que ama, hecha prisionera del narcótico, olvida todo arrastrando al abismo a su ser amado, donde perecen juntos. Y esta persona no es culpable, la culpa entera es de la droga, que es absolutamente turbia la conciencia humana, después de haber capturado a sus razones e instintos.
Aquí es donde se pone a prueba la fuerza del amor. Si los sentimientos son lo suficientemente fuertes, y el instinto de supervivencia está vigente todavía, la pareja hará cualquier cosa para salvarse a sí mismos y sus sentimientos, y, por tanto, a un ser querido. Sin embargo, si los sentimientos no son realmente fuertes, sino aparentes y vanidosos, la otra mitad va a desaparecer junto con la vida que había antes de la primera inyección. ¡Quiera Dios que a cada cual que el destino le ha llevado a la prueba de narcóticos, cuente en su vida con alguien que le salve de esa vorágine mortal.
Dejar la droga es la mitad de la batalla. Comenzar una nueva vida es mucho más difícil. Tomar sus propias decisiones, librarse del temor convertirse en adictos de nuevo es lo principal.
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