Todos saben, que uno de los motivos más fuertes que ayudan a romper con la droga es la religión. No es importante qué confesión ni cuando la persona decida a convertirse en religioso. La cuestión está en que el drogadicto en su estado de confusión puede encontrar en la religión respuestas a las interrogantes que le abruman, cuestiones que anteriormente evitaba en su estado adormecido por los estupefacientes.
El papel de un tutor sabio es fundamenta. Cuando el sufrimiento lleva a alguien a las puertas de una iglesia, una mezquita u otro templo religioso, sus servidores deben observarle y oirle, para saber qué pena lo ha llevado hasta allí, encaminándole por la senda de la verdad. Solo entonces el enfermo podrá sustituir el vacío, que ha quedado en su alma después del abuso de la droga, con la pureza y la luz de la divinidad.
Los valores humanos, que tratan de enseñar los activistas religiosos de las confesiones tradicionales, son por lo general tan universales, que pueden ser tomados por cualquier alma, que esté abierta para el autoperfeccionamiento.
Un ejemplo de ello es la intervención del Sufi Shah Said Afandi en su encuentro con los fieles:
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